Rodrigo Rodríguez hace un recorrido por el legado musical de Japón

Rodrigo Rodríguez hace un recorrido por el legado musical de Japón

  • Comentar
  • Imprimir
  • Compartir

The Classical Music Legacy of Japan es el nuevo lanzamiento discográfico del artista Rodrigo Rodríguez, un intérprete que ha dedicado su carrera al estudio en profundidad de un instrumento característico de la música antigua nipona: el shakuhachi.

Esta obra pasa a engrosar una discografía en torno a las posibilidades sonoras de esta flauta de bambú entre las que destacan The Road Of Hasekura Tsunenaga (2013), sobre a la figura de un samurai embajador en la España del siglo XVII, y Music For Zen Meditation – Shakuhachi Japanese Flute (2015).

Rodrigo Rodríguez nació en Argentina, pero pasó su juventud en España donde inició sus estudios musicales de guitarra.

Pronto su interés por la música tradicional asiática le llevó a viajar a Japón repetidas veces y a aprender la técnica del shakuhachi con el maestro Kakizakai Kaoru en la Escuela International Kenshu-kan.

La flauta shakuhachi es quizá el instrumento más sencillo que existe fuera de los de percusión.

Sin llaves, ni lengüeta, como otros instrumentos de viento occidentales, está construida de bambú madake (más duro y resistente que el vulgar) y, a pesar de lo simple de su estructura, es capaz de emitir un completo y complejo abanico melódico que abarca sonidos cautivadores cargados de misterio y embrujo.

Está construida de una sola pieza, a diferencia de otras flautas orientales, y consta de cinco agujeros.

El origen de este instrumento hay que buscarlo en China y no es hasta el siglo VIII en que es introducido en Japón.

La música de shakuhachi ha estado siempre asociada con la espiritualidad y con el budismo zen, en concreto, con los monjes komuso, una secta fundada en Japón en el siglo XIII.

De acuerdo con el relato del misionero francés Edmond Papinot[1], la secta se creó en China y en 1248 el bonzo Kakushin viajó allí desde Japón para recibir la doctrina, aprendiendo además a tocar el shakuhachi en el templo Gokoku-ji.

A su vuelta al archipiélago en 1254, Kakushin se dedicó a recorrer el país predicando y tocando la flauta junto con sus discípulos, uno de los cuales, Komu, dio el nombre genérico a la secta de komuso. Durante la era Tokugawa muchos samurais sin señor se unieron a la secta, portando largos sombreros para no ser reconocidos.

Con la restauración Meiji los komuso fueron abolidos.

El trabajo de Rodrigo Rodríguez recoge la tradición de espiritualidad de la música de shakuhachi, unas melodías que invitan a la introspección y al recogimiento.

Como muchos otros occidentales antes y después, Rodrigo sufrió con la música japonesa lo que Jay Keister[2] define como una epifanía, “una súbita, trascendental experiencia que altera nuestra forma de percibir el arte y la vida”.

Prosigue Keister describiendo cómo entre los músicos los músicos de shakuhachi occidentales, el interés inicial por el instrumento a menudo surge de una de estas epifanías que, de pronto, alteran la forma en que el individuo percibe y concibe la música.

Esta nueva forma de sentir tiene su origen en el encuentro con sonidos extraños, que parecen proceder de otro mundo, de forma que ese exotismo nada familiar es “la base de su poder”, siendo su separación de cualquier significado cultural específico algo que “impulsa su poder espiritual al ser percibido como auténtico y puro”.

El shakuhachi es un instrumento medieval, pero no se ha quedado anclado en la Edad Media nipona.

Su recorrido va mucho más allá de la tradición entrando con nombre propio en la música contemporánea, como demuestra el disco The Classical Music Legacy of Japan, que incluye piezas de muy distintos orígenes.

El experto Toru Seyama[3] describe los distintos usos del shakuhachi en la escena japonesa actual:

 

  1. Interpretación en solitario de piezas clásicas (honkyoku)
  2. Como parte de un conjunto de música tradicional japonesa.
  3. Acompañando las minyou  o canciones del folclore japonés.
  4. Acompañando los shigen o poemas clásicos chinos cantados.
  5. Como parte de un conjunto de kayokyoku o música comercial japonesa.
  6. Como parte de grupos de jazz, pop o rock.
  7. En actuaciones de fusión, combinada con otros instrumentos.
  8. En música experimental contemporánea y música por ordenador.

Se demuestra que esta flauta de bambú puede encajar con la misma facilidad en la música de tradición milenaria y en las propuestas más vanguardistas, tal es su versatilidad.

Rodrigo Rodríguez ha querido estudiar en su CD distintas posibilidades de este instrumento, de forma que en alguna pieza lo combina con otro instrumento de la tradición nipona, como es el koto, una especie de arpa, y en otras, con la guitarra española, construyendo una texturas sonoras de gran belleza formal.

Además de incluir piezas de compositores japoneses, en esta obra Rodríguez interpreta creaciones propias en coautoría con el también flautista Larry Tyrrell y con el guitarrista Enrique Pastor, contribuyendo de esta manera a aumentar el acervo de música para shakuhachi del siglo XXI.

Mención aparte merece la interesante revisión que realiza del Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo, que demuestra la capacidad evocadora del sonido de la flauta de bambú.

The Classical Music Legacy of Japan es una obra para disfrutar serenamente, para dejarse llevar por sus sones cautivadores hasta lo más íntimo de nuestro ser y poder meditar con su increíble belleza.

 



[1] Dictionnaire d’histoire et de géographie du Japon. 1906

[2] Seeking Authentic Experience: Spirituality in Western Appropriation of Asian Music. 2005

[3] The Re-contextualization of the Shakuhachi (Syakuhati) and its Music from Traditional/Classical into Modern/Popular. 1998

No hay comentarios sobre “Rodrigo Rodríguez hace un recorrido por el legado musical de Japón”

Añadir un comentario.

Escribir un comentario