Descubriendo Vivaldi

Descubriendo Vivaldi

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Antonio Lucio Vivaldi es quizás uno de los compositores barrocos más conocidos actualmente.

Sin embargo, el redescubrimiento del Prete Rosso en tiempos modernos tuvo lugar en fechas más o menos recientes; cuesta creer que hasta mediados de los años cincuenta Vivaldi fuese un total desconocido para el público general y estuviese restringido a un pequeño círculo académico.

De hecho, la historia del redescubrimiento de su música pasaría por un apasionante guión de cine y muy seguramente nos depare aún nuevas sorpresas.

Todo comenzó en 1926 cuando Alberto Gentili, profesor de la Universidad de Turín, recibió el encargo de evaluar unos manuscritos que habían sido descubiertos recientemente en el Monasterio de San Carlo Salesiano en Monferrato, cerca de Turín.

Entre los manuscritos se encontraban cientos de obras de Vivaldi, un descubrimiento que sin duda haría salir a Vivaldi de su letargo.

Pero no fue tan fácil y la Universidad de Turín tuvo que pasar por mil vicisitudes antes de hacerse con los manuscritos y ponerlos a disposición de unos músicos que revivieran la música contenida en ellos:

herencias familiares, disputas legales y las excentricidades del propietario de gran parte de la colección (Giuseppe Maria Durazzo).

Durazzo dio finalmente su consentimiento firmando un acuerdo en 1930 con la Universidad que entre otras cosas prohibía la publicación o la interpretación de las obras.

Así que la disputa siguió.

Finalmente parecía que iba a resolverse gracias a la ayuda de benefactores americanos y la mediación de Alfredo Casella que en 1939 consiguió interpretar por primera vez algunas piezas de Vivaldi en la Settimana Musicale Senese.

Todo apuntaba a que el interés por Vivaldi estaba naciendo y en 1938 comenzaron también a estudiarse las obras contenidas en otro gran archivo con música vivaldiana:

La colección privada que el concertino de la orquesta de Dresde, Pisendel, había recopilado y que, como más tarde se descubriría, era la mayor colección de música de Vivaldi fuera de Italia.

Pero desgraciadamente estalló la Segunda Guerra Mundial y los bombardeos sobre Dresde y Turín hicieron que se perdieran partituras y se dividiera parte de las colecciones para salvarlas.

Así llegamos hasta 1947 y la fundación del Instituto Vivaldi que comenzó un verdadero redescubrimiento del que es hoy uno de los más conocidos compositores barrocos, del que aún hoy continuamos descubriendo nuevas obras.

Si quiere saber más sobre el redescubrimiento vivaldiano en el siglo XX es muy recomendable el ameno artículo de Miles Fish, Discovering the Rediscovery of Antonio Vivaldi, publicado en “The Choral Journal” en mayo de 2015.

Dresde y Vivaldi

Será en Dresde donde se den los más recientes descubrimientos.

Más precisamente en el conocido como Schrank II (Armario II, haciendo referencia a la ubicación original de la colección) en Die Sächsische Landesbibliothek – Staats- und Universitätsbibliothek Dresden (SLUB).

La música contenida en el Schrank II pertenece a la colección que durante más de cuarenta años fue reunida por Johann Georg Pisendel, concertino de la Orquesta de la Corte de Dresde desde 1728 (aunque ya desde 1717 su papel en la Orquesta fue bastante importante) hasta su muerte en 1755.

Pisendel está considerado como uno de los grandes artistas de su época, y entre sus afamados amigos merece un lugar especial la figura de Antonio Lucio Vivaldi. (Sin menospreciar a otros buenos amigos de Pisendel como Albinoni, Bach o Telemann).

Pisendel no sólo fue estudiante de Vivaldi, sino que mantuvieron durante toda su vida una estrecha relación de amistad.

Fue en 1717 cuando Pisendel viajó a Italia y conoció a Vivaldi (aunque algunos hechos nos hacen sospechar que seguramente se hubieran encontrado antes).

Vivaldi dedicó unas 6 sonatas y 10 conciertos a Pisendel

Cuando Pisendel volvió a Dresde trajo consigo una inmensa colección de partituras con obras de grandes maestros italianos (copiadas en un papel más pequeño para ahorrar espacio en el viaje y que los académicos alemanes han bautizado como Reisepartitur – partitura de viaje -), con una clara predominancia de obras de Vivaldi.

Desde ese momento se crea un importante vínculo entre Vivaldi y Dresde.

A día de hoy Dresde es el segundo mayor archivo vivaldiano, sólo aventajado por Turín.

En Dresde encontramos unas 56 obras de cámara y más de 100 conciertos de Vivaldi, 180 obras que aún son anónimas: 72 sonatas para violín y continuo, 17 triosonatas y 50 conciertos

Nuevos descubrimientos

Y es en este archivo donde se dieron los nuevos descubrimientos grabados en el último disco de Scaramuccia.

La historia de estos nuevos descubrimientos comienza en 2013, durante la preparación de un nuevo programa para el grupo Scaramuccia, buscaba algo original e interesante con música de la más alta calidad pero que no fuera muy interpretada, la idea: un programa de compositores anónimos.

Y qué mejor lugar para buscar buena música que el Schrank II, un archivo de fácil acceso y que contiene una gran colección de sonatas anónimas para violín y continuo, la mayoría de una calidad musical altísima.

Pero para saber qué tocar lo mejor es tocar.

Así, pasamos por más de setenta sonatas y algunas trio sonatas, tocando desde los manuscritos sin nombre de Dresde, descubriendo que algunas de las sonatas contenían ideas que nos eran familiares y melodías que ya conocíamos.

Investigando entre las piezas del Schrank II, descubrimos que el primer movimiento de una de esas sonatas anónimas era una versión casi literal del segundo movimiento del concierto para violín RV 205 de Vivaldi.

Ahora el programa de anónimos contenía un posible Vivaldi, lo cual lo hacía más interesante.

Fue entonces cuando otra pieza anónima llamó fuertemente mi atención, una sonata para violín, violonchelo y continuo.

Una pieza que contenía material muy familiar pero que no conseguía identificar: Corelli, Bonporti o Vivaldi… estaban todos ahí.

Decidí interpretarla para el que entonces era mi profesor en La Haya, Enrico Gatti, uno de los mayores especialistas en música barroca italiana.

Fue él quien se dio cuenta de que la giga para cello solo de la trío sonata anónima era casi idéntica en su totalidad a la giga de la sonata para violín y continuo RV 10 de Vivaldi.

Tenía en mis manos dos posibles piezas de Antonio Lucio Vivaldi, pero había que seguir investigando en las piezas, así que el tema se convirtió en mi tesis de Máster en el Conservatorio de La Haya.

Scaramuccia tuvo el privilegio de ser los primeros en interpretar estas piezas y atribuirlas a Vivaldi en un concierto y una entrevista emitidos en el programa De Musyck Kamer de la radio holandesa Concertzender en verano de 2015.

Escrito por Javier Lupiáñez para Scaramuccia

Web oficial de Scaramuccia

1 Comentario sobre “Descubriendo Vivaldi”

  1. Anónimo dice:

    Como se pudo vivien són Vivaldi?

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