Cuando la interpretación de la música es una forma de “comunicación inspirada”

Cuando la interpretación de la música es una forma de “comunicación inspirada”

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“Anthony Rooley laudista, escultor, escritor y director del Consort de Musicke, ha dedicado su vida a profundizar en las obras maestras olvidadas del Renacimiento y a resucitarlas.

Pero al ser un hombre de hoy, no se contenta con presentar sus hallazgos en la forma académica de un arqueólogo musical, sino que, más bien, persigue que tenga lugar una comunicación inspirada durante el acto de interpretación, que involucre a la vez al intérprete, al compositor y a los oyentes.”

Nota interior del disco Claudio Monteverdi, Il Terzo Libro de Madrigali, Consort of Musicke/Anthony Rooley (Virgin CDC 7592832,1993)

De esta forma tan sugerente era definido el trabajo del veterano músico Anthony Rooley, una de las grandes figuras de la música antigua europea y director del mítico ensemble The Consort de Musicke.

Se trata quizá del mayor reto al que se enfrenta cualquier intérprete de música antigua en la actualidad, el lograr establecer un puente, un vínculo emocional, entre las composiciones de hace siglos y el público actual, más allá de la presentación de los sones de otras épocas como meras piezas de museo.

En una conferencia que impartió en el evento Singing music from 1500 to 1900: style, technique, knowledge, assertion, experiment de la Universidad de York Rooly exponía sus propias teorías sobre la interpretación:

“El propósito concreto es apoyar el desarrollo de una nueva filosofía práctica de la interpretación, basada en la investigación histórica y en mi propia extensa experiencia con el Consort of Musickae”

Y como la interpretación -en este caso hacía referencia a la vocal – debe reposar sobre el equilibrio aristotélico entre el logos, el pathos y el ethos, o lo que es lo mismo, la razón, la pasión y la personalidad:

“De estas tres, la tercera `Ethos´ es la más vital de esta trinidad de vitalidades, `Logos´: lealtad a la `Palabra´; `Pathos´: lealtad a la `Pasión´; `Ethos´: lealtad `a uno mismo´ – y el conocimiento de esto yace en el mismo corazón de la oratoria – y toda interpretación de canciones tiene la oratoria en su centro.

Si tu canción no convence a tus oyentes en el logos, pathos y ethos -las tres verdades esenciales detrás de una canción en particular- entonces es tiempo de colgar (o meter en vinagre) tu laringe…”  A case for the pickled larynx

El caso es que Anthony Rooley siempre tuvo la buena costumbre de bucear en los repertorios antiguos menos conocidos para traerlos de forma pasional al público de hoy en día.

Y en esas inmersiones, con frecuencia le acompañó la soprano Evelyn Tubb, a quien en alguna ocasión han calificado como la “perfecta cantante de música antigua”, tanto por su preparación estilística, como por la capacidad para apropiarse de la música que interpreta, exponiendo en su forma de cantar el equilibrio perfecto entre la expresividad y la emoción.

Precisamente, el sello Cantus Records acaba de publicar dos discos que recogen colaboraciones entre Rooley y Tubb y que reflejan la forma de comunicar la música de otras épocas característica de esta pareja.

Se trata de Musica Transalpina. Musical Migration from Italy to England (1500-1800) y A Many Coloured Coat. Love and devotion across social and religious boundaries.

Son dos obras que comparten la belleza minimalista de la interpretación desnuda del laúd y la voz que, paradójicamente, consigue proyectar el sonido dotándolo de un volumen que lo convierte en cálido y atractivo para el oído moderno.

Una selección cuidada de las piezas incluidas -huyendo de estándares y lugares comunes- completan de aportar el valor a estos dos CDs.

El primero, Musica Transalpina, recrea en un fresco la relación entre la música italiana y la inglesa, a través de un viaje que dura en torno a tres siglos.

No es casual el título del álbum, pues nos recuerda que en 1588 se publica en Londres la primera recopilación de madrigales italianos traducidos bajo ese mismo título, que da pie a que en los diez años siguientes aparezcan cinco antologías más que empiezan tímidamente a incluir material británico además del italiano.

Sin embargo, el disco ya plantea relaciones anteriores entre ambas culturas previas al aterrizaje de los madrigales en las islas.

Sin ir más lejos, las piezas que abren el programa son respectivamente de Bartolomeo Tromboncino, célebre compositor de frottola, y del laudista Vincenzo Capirola, y ambos vivieron en la primera mitad del siglo XVI.

Otros personajes que no podían faltar son, por una parte, Alfonso Ferrabosco, perteneciente a una de las más famosas familias de músicos italianas que vivió en Londres en las últimas décadas del siglo XVI, y también grandes figuras británicas de esa época, como el madrigalista Thomas Morley, el laudista John Dowland, Nicholas Lanier y Henry Lawes, cuya pieza Tavola: ´In quel gealto core` fue compuesta como una parodia exagerada de la música italiana tan de moda en las islas y, paradójicamente, se convirtió en un tema de éxito del género.

La Restauración de la casa Estuardo trajo una nueva generación de músicos italianos a Inglaterra.

Tras los años de sequía cultural que acompañan al periodo republicano, poco a poco las artes volvían a florecer y a cobrar fuerza.

Compositores como Pietro Reggio y Giovanni Bononcini tuvieron una estancia londinense y otros, como el romano Giacomo Carissimi, ejercieron una influencia sobre figuras como Purcell y John Blow sin pisar tierra inglesa gracias a la difusión de sus obras.

Mención aparte merece la presencia en el disco de Domenico Corri, cuya aportación se centra en la adaptación de arias de La flauta mágica de Mozart,sustituyendo el texto del libreto original en alemán por otro en inglés completamente distinto.

Se trata de una práctica muy de moda en la época como forma de divulgar el género operístico y, en cualquier caso, nos lega unas piezas muy curiosas y de singular belleza.

La otra obra mencionada arriba es A Many Coloured Coat.

Love and Devotion across social and religious boundaries. Surge este proyecto de un viaje que realizan Tubb y Rooley en 1999 a Jerusalén para tocar allí e impartir clases magistrales.

Como muchos otros artistas, esta pareja cree en la música como una fuerza que une a las personas y que es capaz de superar las tensiones tribales derivadas de la religión y la política. Ante la barbarie que supone los conflictos sin fin entre las tres religiones monoteístas, Anthony Rooley y Evelyn Tubb plantearon que su papel como “músicos itinerantes” era “aportar música bonita y efímera que actuara como un bálsamo para los miembros más liberales y cultivados de esa comunidad angustiada”.

El año siguiente publican este abrigo de muchos colores, que, como reza el subtítulo, nos habla del amor y de la fe por encima de las fronteras y los enfrentamientos.

El disco contiene una selección ecléctica de piezas de todas las épocas – desde la Edad Media a Henry Purcell -, procedentes de distintos países, ordenadas en cuatro epígrafes: islámico, cristiano, judío y platónico.

De esta forma, en el primer bloque encontramos el clásico del Cancionero de Palacio de los Reyes Católicos Tres morillas me enamoran, acompañada de una pieza del músico barroco británico John Wilson, de otra del compositor de óperas venecianas Luigi Rossi y de una sonata de Daniel Purcell, el hermano de Henry.

El apartado cristiano abre con la monja medieval Hildegard von Bingen y se completa con dos músicos ingleses de la época de la Restauración: Henry Purcell y William Babell.

La parte judía incluye al vihuelista castellano Alonso Mudarra, con la pieza Triste estava el Rey David, a Claudio Monteverdi, con Vespro della Beata Vergine y de nuevo a Henry Purcell.

El último capítulo, que los autores han denominado platónico, pretende reflejar la tradición esotérica y mística que ha acompañado a la historia de la humanidad, ya fuera en la forma de la Cábala, el catarismo o el sufismo, por poner unos pocos ejemplos.

Integran este epígrafe una canción del trovador occitano Bernatz de Ventadorn y dos piezas del laudista John Dowland, que a juicio de los autores contienen en su esencia la filosofía neoplatónica.

ESCRITO POR PABLO RODRÍGUEZ CANFRANC

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