Alfonso X el Sabio, el Rey de las Cantigas

Alfonso X el Sabio, el Rey de las Cantigas

  • Comentar
  • Imprimir
  • Compartir

A la vista del calificativo «el Sabio» con que ha pasado a la Historia, muchos que no lo conocieron personalmente se han forjado del rey Alfonso X una imagen no demasiado exacta.

Los tópicos resultan muy cómodos.

Su padre fue «el Santo«.

Su suegro «el Conquistador«.

Así los papeles quedan repartidos y los profesores de bachillerato se evitan complicaciones.

Pero no.

Nuestro «amigo» Alfonso -me permito la confianza porque son ya muchos años trabajando codo con codo- fue un personaje extraordinariamente normal y no tan marcusianamente unidimensional como pretende el epíteto.

A él seguramente le hubiera hecho mucha gracia el apodo, de haberlo conocido, pero precisamente uno de los aspectos que su sabiduría ignoraba era el futuro, por más que esperaba vislumbrarlo a través de los astros.

Ni siquiera pudo prever su futuro inmediato.

Pretendió adquirir categoría de emperador, pero sus esfuerzos fracasaron.

Tuvo diez hijos de tres mujeres, pero la familia, lejos de proporcionarle la felicidad, amargó los últimos años de su existencia hasta el punto de que hay quien afirma que fue el monarca castellano que tuvo una vejez más desdichada.

Tampoco hay que imaginárselo por ello tristemente filosófico, meditando sobre la caducidad de la vida.

Al contrario.

En los buenos momentos Alfonso se entregó a los placeres con pasión y disfrutó de cuanto un rey medieval podía disfrutar.

Hizo la guerra contra el infiel y le conquistó plazas importantes.

Viajó por lugares maravillosos dentro y fuera de sus reinos.

Conoció hombres sabios y mujeres bellas.

Se sintió centro de reuniones de gente escogida, guerreros, trovadores, científicos y nobles. Escuchó aves melodiosas, músicas refinadas y poesías magistrales.

Cazó, jugó, bebió y se divirtió de mil maneras.

Y, sin embargo, su mejor poema, el más sincero y palpitante, es aquél que dice (en gallego): Nada me agradaría tanto, ni el canto de las aves, ni el amor, ni la ambición, ni las armas, como un buen galeón que me alejara de este demonio de campiña llena de escorpiones, cuya espina ya he sentido en mi corazón.

null

O sea, un rey normal, lo suficientemente sabio para darse cuenta de sus equivocaciones y lo suficientemente humano para volver a equivocarse.

Nacido en Toledo en 1221, primogénito del Rey Fernando III y de Beatriz de Suabia, fue el rey de Castilla y León desde 1252 hasta 1284, año que murió en Sevilla.

Su ingente labor cultural y su inmensa labor literaria, jurídica y científica le ganaron el sobrenombre del Sabio por el que se le identifica.

Educado como su padre en Galicia, adquirió el gusto por el gallego como lengua poética, lo que impulsó el desarrollo de la lírica galaicoportuguesa a la que contribuyó con 44 cantigas profanas, en su mayoría satíricas y sobretodo impulsó la elaboración de un corpus de cantigas de temática religiosa, las Cantigas de Santa María.

Elaboradas a mediados del siglo XIII constituyen el cancionero religioso medieval de la literatura en galaico-portugués, frente al profano que estaría constituido por las cantigas de amigo, de amor y de escarnio.

Por su coherencia, la belleza de los códices que las contienen, por su número y por su temática, constituyen un hecho singular sin precedente en la historia de la música medieval de Occidente.

Se trata de un conjunto de 427 composiciones en honor a la Virgen María, de las que 356 son cantigas que narran milagros de la Virgen María, y las demás, salvo una introducción y dos prólogos, son de alabanza o loor a la Virgen, o se refieren a festividades marianas o cristológicas.

Todas están acompañadas de escritura musical, salvo el poema de introducción.

La devoción mariana estaba en auge en ese siglo y participaban en ella religiosos y caballeros.

En este ambiente el rey alentaba en sus cantigas a poetas y juglares para que dedicaran sus esfuerzos e inspiraciones a la «Santa Dama».

Las dudas sobre la autoría directa del rey Alfonso X el Sabio están resueltas hacia su participación como compositor en no pocas, al menos diez de ellas de atribución real en integridad de modo indudable.

Cuatrocientas veinte cantigas en busca de autor

Para escuchar algunas músicas, no todas, carece de importancia conocer el perfil personal del compositor.

Para escuchar las cantigas de Alfonso X, no, porque además del compositor está el poeta o -para los que dudan de la autoría directa- al menos el planificador de toda la obra.

En los trabajos publicados en los últimos años van ganando terreno las razones que apoyan una intervención directa del Rey, frente a los que defienden un patrocinio más lejano basándose excesivamente en aquella frase de la Grande e General Estoria: …el Rey faze un libro, non porque el escriba con sus manos, mas compone las razones, e las enmienda, et yegua, e enderesça, e muestra la manera de cómo se deben fazer…

null

Si la frase es válida para los libros de Historia, Astronomía, Derecho, etc., no lo es tanto para las Cantigas.

Resulta curioso que nadie haya puesto nunca en duda la autoría de las treinta y tantas cantigas profanas que han llegado hasta nosotros sin música, y sí la de las cuatrocientas veinte con música, que son las que nos ocupan.

¿Se trata, quizá, de un problema numérico?

¿Consideran, los que así piensan, incapaz a Alfonso de una obra de tal envergadura?

¿Por qué?

¿Por qué no hay en la Historia muchos casos de reyes que se parezcan a Alfonso?

Esto último es bien cierto para nuestra desgracia, pero no excluye que haya habido una excepción.

El Rey Alfonso solía reunirse con sus cortesanos por la tarde, tras la comida, o de noche, tras la cena, en largas veladas durante las cuales se danzaba, se contaban chismes, se galanteaba a las damas y se cantaban las últimas trovas venidas de Provenza.

Cada cual traía las muestras de su ingenio y esperaba granjearse con ellas el favor real, demostrado con dineros y bienes materiales.

También el Rey participaba con sus trovas, que solían ir cargadas de puyas más o menos pesadas contra algunos de sus súbditos.

«En fin», se decían ellos, «al Rey le gusta la lírica de escarnio más que la de amor, pero como es el Rey, a ver quién se atreve a protestar».

Un buen día o, mejor, una buena noche Alfonso se presentó con una cantiga dedicada a Santa María.

Quizá la que comienza Rosa das rosas.

La respuesta de los cortesanos fue unánime: «Majestad habéis estado soberbio. Qué maestría, qué belleza. Además, sólo hay una dama que se merezca que los reyes le dediquen cantigas: Santa María».

De paso evitaban verse expuestos a las frecuentes mofas del monarca.

Alfonso tomó buena nota y, para asegurar su éxito, prometió reunir cien cantigas, como un gran rosario.

Todos se ofrecieron a ayudarle en tan caballeresca empresa.

La máquina se puso a funcionar.

En los meses siguientes unos le contaron historias que sabían de su tierra, otros le trajeron libros provenientes de tal o cual santuario, otros le tararearon melodías, otros le dieron la letra y la música ya compuestas y casadas.

Por supuesto, también él pasó largos ratos componiendo las que serían la primera y la centésima, y un prólogo en el que explicaría en verso por qué hacía todo aquello y, ¿por qué no? otras más.

Rápidamente fue ordenando la colección y alcanzó la centena cuando aún le quedaban en carpeta asuntos la mar de interesantes.

Entonces anunció que iba a continuar.

Aplauso general.

A todos les pareció de perlas.

Pero cuando llegó a las doscientas y expresó su propósito de seguir con la colección, parte de los contertulios empezó a mostrar desinterés.

No digamos cuando repitió que seguiría adelante después de completar las trescientas.

El malestar de la mayor parte del público se hizo ya manifiesto y de algún modo llegó a oídos del rey.

Éste, sin embargo, continuó tenaz hasta las cuatrocientas casi totalmente aislado de su público.

Porque, además, -todo hay que decirlo- durante el tiempo transcurrido entre la primera y la cuatrocentésima casi todo había cambiado en el entorno de aquel trovador: sus posibilidades de ser emperador se habían esfumado, sus hijos -y aun sus nietos- se le habían subido a las barbas, las damas ya no lo encontraban tan interesante, el reino había sufrido graves crisis económicas, los trovadores habían emigrado a otras cortes con más posibilidades de medro, la moda de la devoción mariana había perdido intensidad…

Y, sobre todo, él se había convertido en un viejo esclerótico y un tanto amargado.

Pero sería erróneo considerar estas músicas sólo como reflejo de un fracaso vital, porque, como siempre, la verdad suele tener dos caras.

La fuente de la que surgen las Cantigas y el objetivo que persiguen es el mismo: la alegría.

Porque el paciente lector no debe pensar que me he olvidado de que escribo sobre Música y no sobre Historia o Literatura.

Pero quizás es mejor esto que contar las peculiaridades modales y rítmicas de estas melodías o, lo que sería peor, iniciar al oyente en los abstrusos problemas de la notación alfonsí y en las horas que los musicólogos llevan invertidas infructuosamente para transcribir la «plica», un pequeño rabito que aparece en algunas notas y que, puesto allí para guiar al intérprete de entonces, al de ahora muchas veces le sume en un mar de confusiones.

Estamos rodeados de dudas: ¿Qué criterios de transcripción utilizar? ¿Qué voces y cuántas? ¿También instrumentos y cuáles? ¿Con qué estilo interpretativo? ¿Qué tempo y qué carácter? ¿Deben hacerse preludios? ¿Y bordones? ¿Se podrían bailar estas músicas? Y para colmo: ¿Se dice «cantigas» o «cántigas»?

En todo caso intentamos que el oyente reciba alegría y placer, y esto es lo más importante en las Cantigas de Alfonso X.

Desconfíen de las versiones tristes.

Textos extraídos de Tradición Jacobea y de Pepe Rey – Grupo SEMA

Más información

Instrumentos musicales en las Cantigas de Santa María

9 Comentarios sobre “Alfonso X el Sabio, el Rey de las Cantigas”

  1. Eduardo Olvera dice:

    Excelente texto
    Sería genial saber si existe alguna idea o noticia de la música de las cantigas profanas. En lo personal soy intérprete de varias de las cantigas de Santa María y apenas empiezo a conocer más sobre ellas, aunque siempre me han parecido bastante festivas
    Gracias por este artículo

  2. Lizzeth dice:

    Cuáles son los personajes principales

  3. Anónimo dice:

    Muchas gracias

  4. Anónimo dice:

    Me gustaría conseguir un libro con los textos de las 427 cantigas

  5. Pancráceo Fernandez dice:

    muy buen artículo.
    felicidades.

  6. Mayra dice:

    Tengo un istrumento que pense era unbarpabde piano pero lo raro es que tiene unos dibujos impresos y un nunero de serie podrian decirme si es antiguo y si es o nio un piano

  7. Anastasua dice:

    Si es un piano maira

Escribir un comentario sobre Eduardo Olvera