RIU RIU CHIU (Anónimo) – Cancionero de Uppsala o del Duque de Calabria (S. XVI)

RIU RIU CHIU (Anónimo) – Cancionero de Uppsala o del Duque de Calabria (S. XVI)

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El Cancionero de Uppsala, también conocido como Cancionero del Duque de Calabria o Cancionero de Venecia, es un libro que contiene villancicos españoles de la época renacentista.

El nombre real con el que el libro fue impreso es: «Villancicos de diversos autores, a dos, y a tres, y a quatro, y a cinco bozes, agora nuevamente corregidos. Ay mas ocho tonos de Canto llano, y ocho tonos de Canto de Organo para que puedam aprovechar los que a cantar començaren.»

Fue recopilado en la corte de Fernando de Aragón, Duque de Calabria, en Valencia, y publicado en 1556, en Venecia, por Jerónimo Scotto, uno de los impresores más conocidos de su época.

El único ejemplar conocido de la edición fue encontrado hacia 1907, por el musicólogo y diplomático Rafael Mitjana, en Carolina Rediviva, biblioteca de la Universidad de Uppsala, en Suecia.

El cancionero, que contiene 70 obras, es de pequeño tamaño (209 x 147 mm) y, a diferencia de la costumbre de la época, no tiene dedicatoria ni prólogo, lo que hace difícil conocer las circunstancias en las que se realizó la recopilación.

Todas las obras son anónimas, excepto el villancico «Dezilde al cavallero» que en el libro se especifíca que fue compuesto por Nicolas Gombert. Sin embargo, se ha podido determinar la autoría de varias de ellas debido a que aparecen en otras fuentes.

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Intérprete: Conjunto Pro Música de Rosario – Director: Cristián Hernández.

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RIU RIU CHIU (Anónimo) – Cancionero de Uppsala (S. XVI).

Intérprete: Oxford Camerata – Director: Jeremy Summerly.
Imágenes: Pintura Renacentista Española (Juan de Flandes).

LETRA:

Riu, Riu, Chiu,
la guarda ribera,
Dios guardó el lobo
de nuestra cordera.

El lobo rabioso
la quiso morder,
mas Dios poderoso
la supo defender,
quísole hazer que
no pudiesse pecar:
ni aún original
esta virgen no tuviera.
Riu, Riu, Chiu,
la guarda ribera,
Dios guardó el lobo
de nuestra cordera.

Este qu’es nasçido
es el gran monarcha,
Christo patriarcha
de carne vestido.
[H]anos redimido
con se hazer chiquito,
aunque era infinito,
finito se hiziera.
Riu, Riu, Chiu.
la guarda ribera,
Dios guardó el lobo
de nuestra cordera.

Este viene a dar
a los muertos vida,
y viene a reparar
de todos la cayda.
Es la luz del día
aqueste moçuelo;
este es el cordero
que San Juan dixera.
Riu, Riu, Chiu.
la guarda ribera,
Dios guardó el lobo
de nuestra cordera.

Muchas profecías
lo [h]an profetizado,
y aún en nuestros días,
lo hemos alcançado;
a Dios humanado
vemos en el suelo,
y al hombre en el cielo
porque’l le quisiera.
Riu, Riu, Chiu,
la guarda ribera,
Dios guardó el lobo
de nuestra cordera.

Yo vi mil garçones
que andavan cantando,
por aquí volando
haziendo mil sones,
diziendo a gascones:
Gloria sea en el cielo
y paz en el suelo,
pues Jesús nasçiera.
Riu, Riu, Chiu,
la guarda ribera,
Dios guardó el lobo
de nuestra cordera.

Mira bien que os quadre
que ansina lo oyera:
que Dios no pudiera
hazerla más que madre;
el qu’ era su Padre,
[h]oy d’ ella nasçió,
y el que la crió,
su Hijo se dixera.
Riu, Riu, Chiu.
la guarda ribera,
Dios guardó el lobo
de nuestra cordera.

Pues que ya tenemos
lo que deseamos,
todos juntos vamos,
presentes llevemos;
todos le daremos
nuestra voluntad,
pues a se igualar
con el hombre viniera.
Riu, Riu, Chiu.
la guarda ribera,
Dios guardó el lobo
de nuestra cordera.

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[Un Estribillo muy «estribillado»]

«Riu, riu, chiu», incluído en el Cancionero de Uppsala o del Duque de Calabria (S. XVI), es posiblemente el villancico navideño más famoso del Renacimiento (practicamente, no hay ensamble, coro o grupo vocal de música antigua que no lo incluya en su repertorio). Lo curioso es comprobar como muchos de ellos, han cambiado ‘ligeramente’ el estribillo original en su interpretación, dando un matiz diferente al mismo.

El refrán o estribillo original de este villancico dice:

Riu, Riu, Chiu,
la guarda ribera,
Dios guardó el lobo
de nuestra cordera.

Nos viene a decir que, así como los grandes ríos suponen una barrera natural para los lobos, ofreciendo por tanto protección a los rebaños de los pastores de la orilla o ribera opuesta, Dios mantuvo inmune de toda mancha de pecado original a la Virgen María (simbolizada en este caso por una cordera).

Jesucristo, el Salvador prometido (Gen 2,15; Is 11,2), por necesidad tendría que venir a nosotros mediante un acto purísimo, libre de todo defecto o pecado (Fil 2,6-7), para que esto fuera así tendría que nacer en una mujer totalmente pura desde el punto de vista sobrenatural y moral.

En el capítulo 3 del Génesis, después de pecar «nuestros primeros padres», dice Dios a la serpiente: «Voy a poner perpetua enemistad entre tú y la mujer, entre tu linaje y su descendencia».

En este caso, al tratarse de un villancico pastoril se ha sustiuído la serpiente por el lobo.

Como vemos, se nos cuenta de una manera simbólica, que la Virgen María fue preservada del pecado original desde el primer instante de su concepción, es decir, de la inmaculada concepción de María.

Este misterio, que ya intuían los creyentes de la Edad Media y el Renacimiento (como vemos en este villancico); no fue, sin embargo, hasta el 8 de diciembre de 1854, que el Papa Pío IX definió como dogma la «Inmaculada Concepción de María» en su Bula «Inefabilis Deus».

Pero vayamos al grano: Fijémonos en los dos últimos versos, que es dónde se producen las variaciones o alteraciones que solemos escuchar, pues los primeros versos permanecen afortunadamente inalterados.

El primer cambio en el refrán o estribillo del villancico, lo encontramos en el estudio que realizó Rafael Mitjana sobre el Cancionero de Uppsala titulado: «Cincuenta y cuatro canciones españolas del S. XVI» (1909). Aquí aparece de la siguiente manera:

«[…]
Dios guarde el lobo
de nuestra cordera»

Escribe Rafael Mitjana en la introducción de su libro: «No me he permitido alterar para nada el texto original, reproduciendo su peculiar ortografía y hasta sus italianismos, y hecha esta declaración en descargo de mi conciencia, vea el lector por si mismo, si tengo razón bastante para elogiar el exquisito sentido literario de los anónimos maestros».

Si tenemos en cuenta, como se recoje al final de su trabajo, que: «fue impreso por la Tipografía Académica, en los talleres de Almqvist y Wiksell, en la noble ciudad de Uppsala, y acabóse de imprimir a 30 de Enero de 1909», me lleva a plantearme la siguiente cuestión sobre esta modificación del estribillo: ¿Fue obra de Mitjana o del impresor?, es decir, ¿Fue intencionada o accidental?.

Fuera de un modo u otro, lo que observamos es que al modificar el tiempo verbal, se cambió el sentido original del villancico, dándole un matiz nuevo y diferente, al transformar en petición, anhelo o deseo de los cantores («Dios guarde el lobo»), lo que en realidad en el Cancionero aparece como la constatación de un hecho ya acaecido («Dios guardó el lobo»).

En muchas interpretaciones actuales encontramos una segunda modificación de este estribillo, cuyo origen desconozco (si alguien sabe quien es el autor, agradecería mucho que lo compartiera), y dice tal que así:

«[…]
Dios guardó del lobo
a nuestra cordera».

Me ha llamado siempre la atención (e intrigado), el ¿Por qué? y ¿Para qué? de estas alteraciones o manipulaciones innecesarias, de un texto escrito en castellano del S. XVI (perfectamente entendible), y realizadas «curiosamente» por personas castellano-parlantes del S. XX.

Estas variaciones en el texto, giran todas en torno a la palabra, o significado de la palabra, «guardar», que parece ser la clave (supongo) para entender o tratar de entender este fenómeno. Como vemos en el Diccionario de la RAE se trata de una palabra con muchísimass acepciones, entre ellas:

– Tener cuidado de algo, vigilarlo y defenderlo.
– Observar o cumplir aquello a lo que se está obligado.
– Aguardar, esperar.
– Mantener, observar.
– Conservar o retener algo.
– Atender o mirar a lo que otro hace.
– Recelarse y precaverse de un riesgo.
… etc.

(El contexto es el que determina cual de las acepciones corresponde a cada caso).

En fin, el objeto de mi disertación es hacer una recomendación (que estimo puede ser muy útil) para evitar malos entendidos en este complejo, misterioso y fascinante mundo de la música antigua: Cuando se interpreta un texto antiguo ‘modificado’, es decir, que no corresponde con el original, es muy importante dejar constancia de ello, reflejando también, en la medida de lo posible, al autor de dicha modificación; pues no hacerlo induce irremediablemente a la confusión y al error, no solo de los oyentes sino incluso de los propios intérpretes, pues en ocasiones creen estar interpretando (de buena fe) un texto original, sin serlo realmente.
(Lo mismo vale para la música).

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Aquí podemos escuchar una espléndida interpretación del villancico, pero con estribillo modificado (no original):

Coro de la Catedral de San Isidro
Director: Gustavo Felice

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Enlaces:

Wikipedia

PDF

Cancionero-de-Uppsala

Books.google

Escrito por Camilo López García

7 Comentarios sobre “RIU RIU CHIU (Anónimo) – Cancionero de Uppsala o del Duque de Calabria (S. XVI)”

  1. Gracias, Musica Antigua, comparto ¡

  2. Esos pequeños detalles, Buen trabajo.

  3. anonimo dice:

    me ha resultado de ayuda gracias 🙂

  4. Martha Muñoz dice:

    A Dios gracias encontré este villancico en las voces de mi amadisimo grupo The Monkees,muchas gracias,me hacen feliz.

  5. Antonia Rubio dice:

    Música Antigua, gracias por enseñarnos tantos detalles de nuestra , música clásica y sus orígenes es un placer leeros

  6. Carlos Muñoz dice:

    Yo canté este «RIU RIU CHIU» como niño de coro, tiple o soprano, de la SCHOLA CANTORUM DE LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE COMILLAS, (que tenía entonces su sede en esa villa de Cantabria y ahora está en Madrid), dirigida por el jesuita P. José Ignacio Prieto. Era el año 1942.
    A esa edad me pareció un villancico muy bonito, y divertido por su ritmo y por el juego que mantenían unas voces con otras, persiguiéndose y como robándose unas a otras las palabras, por ejemplo «Dios guardó del… Dios guardó del… Dios guardó del…».
    Lo volví a cantar cuando el cambio natural biológico había transformado mi voz en cantor barítono/bajo. Entonces ya disfrutando de su valor literario, musical y arqueológico -por sus quinientos años de antigüedad-.
    Ahora la oigo cantar y la repito en mi memoria con la emoción de quien asiste a una resurrección.
    Lo cuento como una huella viva del pasado. Las obras de los genios no fenecen.

  7. Aventino Andr6 dice:

    Yo tuve ocasión de escuchar esta joya musical antigua en la Complutense, en un seminario musical dirigido y comentado por el Maestro Rodrigo allá por los años 1960/1961. Aunque no recordaba toda la letra, no he olvidado su música.

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