Hieremiae Prophetae Lamentationes

Hieremiae Prophetae Lamentationes

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Cuando las misas, motetes y otras composiciones pertenecientes a la liturgia ya contaban en el siglo XVI, e incluso en etapas anteriores, con una larga tradición en el mundo de la composición, las Lamentaciones de Jeremías se incorporaban como novedad al repertorio sacro de la Europa del Renacimiento.

Aun siendo una novedad, los más insignes compositores desde el siglo XVI comenzaron a levantar sobre el texto de Jeremías algunos de los más importantes monumentos sonoros.

Todas conformaron auténticas colecciones de piezas musicales de una belleza extraordinaria, sólo comparable a la misma naturaleza poética de los textos bíblicos sobre los que se basan.

Músicas que, en los días centrales de la Semana de Pasión llenaron de lamentos, de música y poesía los templos de toda Europa.

Orígenes e incorporación de las Lamentaciones al repertorio sacro.

Las primeras Lamentaciones conocidas fueron compuestas por G. Dufay. El estudioso Samuel Rubio señala al respecto que no lo hizo inicialmente con un motivo estrictamente religioso «sino puramente profano y circunstancial: para llorar la toma de Constantinopla por los turcos en el año 1453.

Es el mismo Dufay quien se da cuenta de su creación a Piero y Juan de Medicis, en una carta cuya fecha es de 1456».

El texto original contenido en la Biblia, tras el Libro de Jeremías (Antiguo Testamento), se presentaba como base ideal para la composición.

Inicialmente las Lamentaciones es una colección de cinco composiciones (cantos de dolor) que reflejan en un tono difícilmente superable la destrucción de la Ciudad Santa y del templo (hecho ocurrido hacia el año 587 a. de C.). Ingeniosamente, Dufay comparaba la destrucción de Jerusalén con la caída de Constantinopla, realidad que históricamente tuvo importantes repercusiones en la Europa del momento.

A pesar de su origen profano, las Lamentaciones fueron rápidamente incorporadas a la liturgia católica conformando uno de los repertorios más importantes de música sacra católica.

Esta incorporación del texto original que cantaba la destrucción de Jerusalén fue realizada y adaptada bajo el halo de una amplia simbología como la que rodeaba al catolicismo del siglo XVI.

Para ello, siguiendo la teología de los profetas, se comparaba la destrucción de Jerusalén con un justo castigo de Dios por los pecados cometidos. Pero este castigo en la intención de Dios es un castigo purificador camino a la conversión y a la verdadera fe.

El castigo es duro pero detrás de él y de un seguro arrepentimiento se encuentran los brazos abiertos de Dios para acoger de nuevo a su pueblo.

Sin entrar en mayores disquisiciones teológicas, parece clara la posible asociación con la destrucción del Templo de Jersusalén, representado por la muerte de Cristo, templo de los creyentes, el castigo, el arrepentimiento y el perdón divinos que pueden asociarse con la resurrección y la misericordia de Dios.

Dada la naturaleza poética de estos lamentos, las Lamentaciones bíblicas se convirtieron en un elemento central de los tres días fundamentales de la Semana de la Pasión, y como terrible recordatorio de esta destrucción del templo que significaba la muerte de Cristo. 

 

 

Estructura del Libro y composición de las Lamentaciones

La estructura del libro de las Lamentaciones es de cinco capítulos o cantos, siendo la última una de las más hermosas en cuanto a la poesía: es la oración del sacerdote Jeremías (Incipit Oratio).

Las cinco lamentaciones comienzan compuestas a su vez por una serie de versos encabezados por una serie de palabras cuya inicial recuerdan las palabras del alfabeto hebreo: Alef – Beth – Guimel – Dalet – He – Wau – Zain – Jet – Tet – Yod – Kaf – Lámed – Mem- Num – Sámec – Ayin – Pe – Sade – Qof – Res – Sin – Tau.

El número de versos no es idéntico en las cinco lamentaciones en las que se habla con exclusividad de la destrucción, asedio, y desolación de la Jerusalén judía.

Todas poseen un tremendo tono desagarrador en el que se adivina la destrucción de un reino ejemplificado a través de la destrucción de la ciudad.

Quizá lo más interesante y «mágico» es que la totalidad de las lamentaciones están construidas conformando un acróstico, es decir, que las primeras letras, medias o las últimas forman una palabra u oración que a su vez son las que encabezan cada pasaje. Cuestión por otro lado habitual en una parte de los escritos de tradición antigua en el Oriente Medio. 

Las Lamentaciones y su interpretación

La música construida en torno a los lamentos de Jeremías se interpretaba con exclusividad los Jueves, Viernes y Sábado Santos.

De otra forma, era una música reservada para su interpretación durante los días claves de la Semana Santa. Inicialmente comenzó siendo un oficio matutino, es decir, que se interpretaba al alba, antes del amanecer, cuando el día aún rayaba las tinieblas. En el tránsito del siglo XVII al XVIII, cambiaron sustancialmente.

Éstos, los oficios o Lamentaciones, fueron trasladados al caer la tarde con lo cual se adelantaban un día: comenzaban el miércoles, para acabar el viernes. Los oficios compuestos por M.A. Charpentier, ya responden a esta modificación.

Cada oficio consistía en tres vigilias, cada vigilia en tres salmos con responsos y lecturas. Siguiendo el modelo de las compuestas por Tomás Luis de Victoria en 1581, la primera interpretada el jueves en Feria V in Coena domini (en la cena del Señor, Jueves Santo) estaba compuesta de tres lecciones, tituladas respectivamente: Incipit Lamentatio, Vau, Et egressus est, Jod, Manun suam.

Las correspondientes al Viernes, in Feria VI in passione domini (la pasión del Señor, Viernes Santo), también integrada por tres lecciones: Het, Misericordiae, Lamed, Matribus, Aleph, Ego vir, Las correspondientes al Sábado Santo eran similares: Heth, misericordiae, Aleph, Quomodo sedet, y la lección tercera que Victoria intitula como Incipit Oratio, u oración de Jeremías, que es la quinta y última de las lamentaciones.

Las Lamentaciones alcanzan un rápido y esquemático desarrollo en muy pocos años. Las antes mencionadas de Victoria reposan sobre modelos de otras compuestas por maestros hispanos e italianos, quizá las más famosas durante el siglo XVI.

Las compuestas hacia 1564 por Cristóbal de Morales (de las cuales sólo las correspondientes al oficio del Sábado Santo y la Oratio Jeremiae son suyas, las otras pertenecen a Costanzo Festa) son una muestra de esta realidad.

Todas muestran una estructura similar, lo que nos permite afirmar la temprana consolidación del género en la primera mitad del siglo XVI. Básicamente siguen las fórmulas salmódicas en los que se refiere a los los esquemas tonales.

Las Lamentaciones de Morales conservadas en Toledo están basadas en un cantus firmus, que camina de forma independiente del resto de las voces en el sentido de que éstos rara vez toman de aquél algún motivo temático.

El uso del cantus firmus sigue en cierto sentido la tradición compositiva hispana y más concretamente la toledana.

No en vano, en las Lamentaciones los melismas gregorianos estuvieron muy presentes. Podríamos incluso señalar que fueron respetados (incluso en los siglos XVII-XVIII) por la práctica totalidad de los maestros compositores.

La duración de las mismas dependía del texto que cada autor introducía. De esta forma la extensión en música y tiempo es muy variable de un autor a otro. Las firmadas por Orlandus Lassus siguen la siguiente estructura:

Día 1º: 1:1-3 1:7-9 1:12-14
Día 2º: 2:8-10 2:13-15 3:1-9
Día 3º: 3:22-30 4:1-3 5:1-6

 

Maestros que entre su producción musical se encuentran Lamentaciones

Lo que podríamos denominar como género de Las Lamentaciones fue tema común tratado por una parte importante de los mejores polifonistas del Renacimiento. Podríamos hacer una lista muy extensa de maestros que en sus repertorios contienen composiciones de este tipo, pero para nos extendernos demasiado y hacer justicia haremos una breve relación: Jacob Arcadelt, C. Festa (usadas en la Capilla del Vaticano, junto a parte de las de Morales), el franco-flamenco Pierre de La Rue, el francés Claudin de Sermisy, Thomas Tallis, y los italianos C. Gesualdo, P. Palestrina y G. Allegri. También son excepcionales por la calidad técnicas las compuestas por Orlandus Lassus (1584, quizá las últimas puramente polifónicas). No podemos tampoco olvidarnos de las Ludovico da Viadana, Nicolas Bernier, Lambert y Gilles. A ellas tenemos que sumarles las de los dos compositores españoles anteriormente mencionados, Victoria y Morales.
Durante los siglos XVII y XVIII dicho género siguió gozando de importancia y arraigo en la traditio católica. No se concebía una Semana Santa sin unas Lamentaciones bien interpretadas, a pesar de que, como señalan anecdóticamente algunos manuscritos del Escorial fechados en 1746, algunos de sus intérpretes las consideraban como «larguísimas» y obra propia de los maestros de capilla.

Lógicamente, éstas, aun conservando la forma, variaron en el fondo y se adaptaron perfectamente a la estética musical del barroco. Buenos ejemplos de las mismas las tenemos en las que compusieron los fanceses Marc-Antoine Charpentier, François Couperin (1714) aunque sólo el primer oficio y Michel-Richard Delalande (1730). En el caso español muy populares en su momento por su belleza fueron las que compuso Fray José de Vaquedano. 

Entrada publicada por Luisa D. Camacho el 3 de febrero de 2013 en Resonare fibris

 

Bibliografía de referencia:
Juan Luis Montaña Conchiña
Samuel Rubio: La polifonía clásica,, Madrid, 1956Samuel Rubio: Las melodías gregorianas de los libros corales del Monasterio del Escorial, Madrid, 1982, ISBN: 84-86161-01-0
Hernández, Luis O.S.A.: Música y culto divino en el Real Monasterio de El Escorial (1563-1837), T. I, Madrid, 1993, ISBN: 84-86161-33-9
Villanueva, C.: Las lamentaciones de Semana Santa de fray José de Vaquedano, Zaragoza, 1990.

3 Comentarios sobre “Hieremiae Prophetae Lamentationes”

  1. Imelda Loredo dice:

    muy relajante…. bella….

  2. josep ripoll dice:

    Un molt bon article

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